Ermita de Santo Cristo
La Ermita del Santo Cristo de la Vega debe su actual reforma a principios del siglo XVIII cuando se construye la capilla mayor (1701-1703) y el coro (1716-1719). Se sabe que fue cedida en el año 1599 a los dominicos, siendo entonces una humilde capilla con una casita adjunta. El prior Fray Tomas Gómez le dio un gran impulso entre (1632-1640).
La pieza más importante de la Iglesia son la Virgen de la Vega objeto más antiguo de Albarracín, del siglo XII, se trata de una Virgen sedente que en la actualidad ha perdido al Niño que tenía a su izquierda. Y la otra pieza es el Santo Cristo de la Vega que describimos más adelante. Del Tesoro de la Antigua Ermita hay que destacar un lienzo del Eccehomo del siglo XVI con fuerte influencia Flamenca. El retablo de la Dolorosa del siglo XVII, y de la misma época, el lienzo de la Sagrada Familia y la decoración del púlpito. Le Ermita volvió a ser restaurada en el año 1983 devolviendo la luminosidad y su cúpula dieciochesca.
Devoción
La devoción al Santo Cristo de la Vega proviene de tiempos mozárabes. Hay indicios que ya se veneraba en tiempos de los Azagra cuando se construyó la primitiva ermita situada en el mismo lugar y dedicada a la Virgen de la Vega en la que también había una capilla dedicada al Santo Cristo de la Vega conocido antiguamente como “el Abuelo” como referencia su antigüedad y su familiar ternura.
Desde hace siglos, tradición que aún persiste, el día 14 de septiembre durante las fiestas patronales de Albarracín se celebra una romería en honor del Santo Cristo de la Vega a la que asisten habitantes de la Sierra de Albarracín y todo su entorno. De hecho, esta ermita está considerada un santuario al que peregrinaban gentes de muchos pueblos en otras fechas para rogar por su intercesión. Representantes de la Comunidad de Albarracín solían juntarse en la entrada para dirimir determinados acuerdos. Esta Ermita es de las más importantes junto a la del Tremedal que tenía ermitaños.
El Santo Cristo
El Cristo de la Vega en cruz es una de las obras escultóricas de mayor valor artístico de la Sierra de Albarracín.
Ubicado en la Ermita del mismo nombre, es obra de Modesto Pastor Juliá, escultor natural de Albaida (Valencia) y realizada entre 1872 a 1873 en sus talleres de Valencia. Sustituyó a otra figura del Cristo muy antigua, quizás del siglo XIII o XIV, que se quemó en un incendio en 1872.
La escultura, de 1’82 metros aproximadamente, corresponde a las exigencias y deseos de la junta reparadora, creada por el Cabildo catedralicio, del 9 de agosto de 1872. En una de sus comunicaciones, la mencionada junta encarga al escultor Pastor: «Que el Crucifijo inspire amor, devoción, más aún que respeto, temor; que la perfecta ejecución de sus llagas, la de las excoriaciones de sus hombros, espaldas y rodillas, contusiones y moraduras, etc., movieran compasión y sentimiento; que su encarnadura, fuera la propia de un cadáver, y, en fin, que fuera lo que se llama una obra acabada».
La cruz del Cristo de la Vega mide 2’95 por 1’84 por 0’26 por 0’09 metros. Esta se levanta sobre una simulada montaña de madera, obra de Lorenzo Sáez en el año 1912. Al pie de la cruz se encuentra la calavera y las tibias.
No se descarta la hipótesis de que Pastor se inspirara en el «Santo Cristo del Amor» de Juan de Mesa realizados en 1620 y actualmente ubicado en la iglesia del Salvador de Sevilla: Su cabeza inclinada en el mismo ángulo y coronada de espinas, ojos cerrados, frente manchada de sangre, tres clavos en las manos, pies sobrepuestos, llaga en el mismo lugar del costado, etc. Son muchas coincidencias que sostendrían esta teoría.
Cristo del Amor de Mesa (1620) y Cristo de los Cálices de Montañés (1604)
Sin embargo, el paño de la pureza cambia completamente con el de Mesa (enteramente abarrocado), siendo en el de la Vega, sencillo, cubriendo la primera parte del muslo de ambas piernas. Estas, al parecer, siguen el clasicismo de Montañés, pues son proporcionadas y llenas de la morbidez, que dotó a sus Cristos el maestro de maestros, Juan Martínez Montañés, contemporáneo de Juan Mesa al que posiblemente influenció. Si se observa en ambas figuras la anatomía, el modelo de cruz y el paño, las similitudes son inequívocas, y está claro por las fechas de creación quien fue el maestro y quien el discípulo.
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