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Conjunto Histórico Artístico

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Plaza Mayor

A pesar de la irregularidad del casco urbano, se puede considerar esta plaza como el centro geográfico de la ciudad. Se asienta sobre un primitivo foso natural de la muralla que se rellenó en el s. XI, época en la que los musulmanes ampliaron la ciudad.

El carácter de plaza de la ciudad lo adquiere a partir del s. XIII, denominándose plaza de Santa María. El cobertizo mayor (s. XIV) se ubicaba debajo del actual Ayuntamiento, atribuyéndole la función de lugar de reunión de la Ciudad y aldeas. En 1654 es nombrado con el mismo nombre, pero se le da ya una función de mercado, lonja o pescadería, carácter comercial que siempre tuvo el cobertizo antiguo o mayor.

De los actuales edificios de la plaza Mayor sólo comentaremos dos: la casa del balcón esquinero y la casa consistorial.

Plaza Mayor

Casa del Balcón Esquinero

 

Se conoce desde 1601, más tarde fue transformada para adaptarla a fonda o casa de hospedaje, teniendo en los bajos las cuadras para las caballerías, donde hoy encontramos el Banco Santander. Se abre a la Plaza por medio de arquerías, que todavía podemos observar cegadas en su fachada junto a un grabado de un índalo en un sillar de su esquina.

Su rasgo más característico es el balcón esquinero, vano en ángulo que no es único en España, puesto que conocemos otros de la misma fecha en Valladolid, Soria, Úbeda… En los días lluviosos, cuando la fachada está húmeda, puede apreciarse el complejo sistema de maderas que soportan el peso, para poder liberar la esquina de la necesaria pared.

Plaza Mayor

Ayuntamiento o Casa Consistorial

 

Sobresale por su importancia y magnitud. La referencia documental más antigua es del s. XIV. Desde el s. XVII tiene una sala llamada del rey Don Jaime; nombre que se conserva en la actualidad y donde el Concejo realizaba sus reuniones o sesiones. Se sitúa sobre el porche viejo (ala izquierda). Su denominación se debe a Jaime II quien, en 1300, anexionó transitoriamente Albarracín y sus tierras a la Corona de Aragón y le concedió el título de Ciudad.

En la parte baja de las “casas de la ciudad” (fachada central), se situaron hasta tiempos muy recientes las cárceles.

En la actualidad su estructura se dispone en tres alas (que toman las direcciones norte, sur y este) sobre pórticos. La planta baja tiene en su tramo central (2ª fase), soportales arquitrabados, mientras que en el lateral izquierdo (1ª fase) son arcos de medio punto, y el ala derecha (3ª fase) es una réplica construida en los años 40 a imitación de los porches de la izquierda. La planta superior presenta fachada de balcón corrido con baranda de forja y canes de cemento pintado. El centro lo presiden las armas de la ciudad, que en su origen se componían únicamente de corona y la imagen de la Virgen María sedente con el Niño Dios en brazos. Anexionada la Ciudad y su tierra a la Corona de Aragón, se incorporan al escudo las barras aragonesas a los pies de la Virgen. Actualmente, el escudo se divide en dos cuarteles: a la izquierda la Virgen sedente con el Niño en brazos y a la derecha las barras aragonesas, y sobre él una orla con la inscripción: M. N. L. F. y Vdra. (Muy Noble, Leal, Fidelísima y Vencedora) Ciudad de Albarracín (realizado en 1957).

Por las referencias históricas sabemos que hasta 1843 sólo ostentaba los títulos de La Muy Noble y Siempre Fidelísima, por lo que los títulos de Leal y Vencedora deben corresponder a concesiones del Estado con motivo de la última guerra civil.

Sólo nos falta destacar del aspecto exterior del Ayuntamiento los enormes contrafuertes que sujetan el edificio en la fachada que mira al río, y que M. Almagro atribuye a Pierres Vedel (s.XVI).

En su interior, se guarda el Archivo Histórico Municipal, uno de cuyos principales documentos es el fuero, otorgado a la ciudad por don Pedro Fernández de Azagra en el siglo XIII. También conserva el estandarte de la ciudad bordado en oro y plata, con flecos de hilos en color amarillo, rojo y azul (colores de la actual bandera que fue rehabilitada en 1989). Representa a la Virgen sedente con el Niño Dios en brazos, añadiéndose de forma insignificante y desproporcionada las barras aragonesas a sus pies, fechadas en el siglo XVI.

Aparte de su valor histórico artístico, la plaza es escenario de los acontecimientos más importantes de la ciudad; en ella se celebran las corridas de toros y para ello se cierra con troncos de pinos formando una estructura peculiar. No debemos olvidar la procesión del Corpus Christi, las hogueras de San Antón y, entre otras manifestaciones, el baile de la «jota hurtada» (robo de la pareja) y los Mayos.

Mirador junto a la Catedral

Desde la plaza Mayor nos dirigimos hacia la Catedral y, a mano izquierda, encontramos el Mirador. Obra de 1957, si bien permite la buena observación de Albarracín, al contemplarlo desde lejos afea a la ciudad por su pesadez y monumentalidad.

Desde este mirador o «miradero» se aprecia al fondo la iglesia de Santa María, rodeada de verdor, debajo la garganta del río y, enfrente de nosotros, el Albarracín moderno que rompe la estética de la panorámica.

A la izquierda podemos observar las murallas, como si de peldaños de escalera se tratase, que ascienden hacia la torre central del Andador (declaradas Monumento Histórico en 1931).

Debajo del mirador están las casas Nuevas, ejemplo de las reconstrucciones que nunca deberían permitirse, enclavadas en la antigua morería que después se llamó barrio Nuevo y, más tarde, barrio Matador, actualmente calle de la Excma. Diputación Provincial.

Esta masa de pesada construcción se levanta sobre el paseo de ronda de la muralla que, justo en este punto, toma dirección Este. Observemos como los actuales restauradores han dejado un retazo de la muralla que permite reconstruir su trayectoria por las casas Nuevas hasta el Ayuntamiento (no debemos confundir la muralla con el muro de contención que continúa a la izquierda).

La única casa que abre su puerta hacia el mirador, y que se sitúa debajo de la torre de la Catedral, contiene en una de sus habitaciones unas simples pero bonitas pinturas murales que nos muestran a los Evangelistas y otros Santos. Pueden fecharse en los s. XVI-XVII por el contexto general de la ciudad y por su estilo.

Plaza de La Comunidad

Recibe este nombre del caserón que abre su puerta principal a ella. Es un gracioso rincón que sorprende al visitante por su complejidad arquitectónica, así como por su sabor popular. Genera un juego de volúmenes producido por entrecruzamiento de las casas, que asoman sus ventanas en busca de luz como si de las hojas de una planta se tratase o de un abanico a medio abrir, como dijo Andrés Moreno (1976) a quien se debe esta denominación popular de Rincón del Abanico.

Pero lo más importante es la casa de la Comunidad de Albarracín. Hasta 1856 y desde 1351, aunque quizá antes, sirvió de «casa de juntas» de esta institución serrana. Destacaremos de ella su puerta de sillería, su alero y la forja de sus rejas y galería. El aspecto actual se remonta a 1533, fecha en la que se decidió ampliarla y mejorarla, y a la que creemos pertenece la decoración de cigüeñas estilizadas que ostentan sus rejas (situadas no en la placeta, sino calle arriba).

En la restauración de 1998-1999 se ha intentado devolver a la casa su primitivo esplendor, siendo el hallazgo más destacable la pintura mural que decoraba las paredes de una posible capilla-salón. En ella podemos ver en el frente el escudo de la Comunidad, presidido por la Virgen Coronada y Sedente con el Niño en Brazos y a sus pies y a ambos lados árboles y animales. Otras figuras religiosas, animales y vegetales decoran la sala de reuniones como un excelente ejemplo de la pintura civil y religiosa del s. XVI.

En el salón del balcón de forja se conserva todavía el armario-arcón de las tres llaves, donde debió de guardarse el archivo y los elementos de valor de esta Comunidad. En el exterior, y ya en el balcón, una decoración geométrica esgrafiada, un reloj de sol y una inscripción del s. XVII.

Portal de Molina y Casa de la Julianeta

Nos encontramos ante una de las cuatro puertas que cerraban la ciudad. Ésta recibe su nombre del camino que se abre hacia Castilla por Molina de Aragón, de ahí portal o puerta de Molina. Este camino todavía hoy es practicable a pie, bicicleta, caballo o moto.

Es la fotografía imprescindible si se visita Albarracín, y que fue un icono de los pósteres que el ministerio de Turismo hizo para vender la imagen de España en los años 70. Se consigue volviendo la vista atrás para ver el portal de Molina desde extramuros, enmarcando la casa de la Julianeta dentro del arco del portal.

Además, desde esta vista podemos observar la gran altura de la muralla, la rigidez de su construcción y la buena defensa de la misma que se ayuda de sendos torreones a sus lados; desde esta misma posición y a nuestra derecha se halla la casapalacio que perteneció a los Navarro de Arzuriaga. Es la familia de personas influyentes que más tardíamente vino a la Ciudad, ostentando todavía el escudo del linaje con el mote «gloria vobis dedecus pravis» (Gloria a vosotros y oprobio a los malvados) y buena forja en sus rejas y puerta, siendo de destacar el buen estado de conservación y la delicadeza de la restauración.

Sin duda, la más pintoresca es la casa de la Julianeta, (que recibe el nombre del diminutivo afectivo de su antigua dueña, Juliana). Esta casa, que podemos describir como cabezona, retorcida y singular, vigila al viajero a la entrada de la ciudad. Su estructura de entramados de madera se manifiesta en el exterior de las paredes, permitiéndonos conocer el sencillo sistema constructivo de las casas más antiguas de la Ciudad, con zócalo de piedra, tabicón de yeso del terreno (colores grises, rojos, rosas y tostados) y madera de pino. Su morfología y volumetría caprichosa es el resultado de aprovechar al máximo el suelo en la intersección de dos calles.

Portal del Agua

Nos encontramos ante la Plaza de Armas de la Ciudad. El visitante observará que a su espalda está de nuevo la plazuela de la Comunidad, a su izquierda el torreón circular de la Engarrada y enfrente el arco del Portal del Agua (una de las cuatro puertas de la Ciudad). En este caso recibe su nombre por ser el acceso directo para el acopio de agua del río. Está protegido por un torreón cuadrangular, al que se accede por una escalera que acaba en una balconada de madera. En ocasiones está abierto al público, pudiendo disfrutar de una visita al interior de un verdadero torreón medieval.

Calle abajo y pasando el arco nos encontraremos extramuros, es decir, saldremos de la Ciudad, utilizando el portal con el mismo sentido que tuvo antiguamente: para dirigirnos al río. Observan unas pequeñas casitas que se construyeron cuando la muralla perdió su efectividad. Enfrente, en la otra margen del río, sobresale un promontorio rocoso que recibe el nombre de la Muela y que corresponde a otro de los meandros del río Guadalaviar; sobre él se asentó una torre vigía (torre de la Muela o de Entrambasaguas) hoy desaparecida, cuya misión era permitir el aprovisionamiento de agua a la ciudad ante un asedio. Pedro III (de Aragón 1276-1285) tuvo que destruirla para poder tomar la Ciudad, hecho que consiguió el día de San Miguel (29 de septiembre de 1284).

Todavía no había acabado el Señorío independiente de Albarracín, ya que Pedro III (1276-1285) lo dona a Doña Inés Zapata, madre de su hijo bastardo Fernando, que será el sexto Señor de Albarracín.

En 1298 Jaime II (1291-1327) de Aragón entrega Albarracín al hijo de Teresa Álvarez de Azagra y en 1300 lo incorpora transitoriamente a la Corona de Aragón. El último Señor independiente será el hijo de Alfonso IV de Aragón (1327-1336) y la hermana de Alfonso XI de Castilla (1312-1350), llamado Fernando, que muere asesinado, tras lo cual su hijo Pedro IV de Aragón (1336-1387) lo reincorpora definitivamente a la realeza aragonesa, respetando y jurando sus fueros.

Si bajamos hasta el río podremos hacer el recorrido del Paseo Fluvial, una de las rutas más transitadas, que permite pasear por el meandro del río a la vez que ver Albarracín desde todos puntos de vista.

Casa Torcida Calle del Chorro

Desde la Plaza Mayor abordamos la calle de El Chorro que, comenzando en pendiente, nos lleva hasta la fuente que le da nombre. En su arranque inicial se ubica la casa que posee el balcón esquinero. A mitad de la cuesta y a nuestra izquierda, se observan unas casas reconstruidas tras su derrumbe durante la Guerra Civil que pasan desapercibidas en el Conjunto al utilizarse los mismos materiales y técnicas constructivas de antaño.

En las inmediaciones de la fuente, y en la confluencia de las calles de El Chorro y Santiago, se halla una casa que por su retorcimiento es modelo de fotógrafos y pintores, y que el visitante no debe perderse en Albarracín. Se trata de una casa, que como la de la Julianeta, se ubica en la intersección de dos vías (un callejón y una calle), lo que hace que una de sus fachadas muestre un ángulo como la popa de un barco.

Es, por tanto, una casa que no pasa inadvertida por su originalidad, volumetría, inclinación y sus materiales constructivos típicos de Albarracín -piedra, madera y yeso-; y, a su vez, por su torcimiento con tabicones de yeso propios de siglos pasados. Puede parecer que el desplome de sus fachadas cuestione la estabilidad del inmueble pero nada más lejos de la realidad. Para observar bien su inclinación, debemos situarnos en la puerta del restaurante que hay enfrente.

Mirador del Cuartel

Unos pasos más arriba de la casa de “EL Chorro” comienza el empinado descenso hacia la calle Azagra. A lo largo de todo él, en su lado izquierdo, se observa curiosamente cómo la roca viva aflora en los cimientos de las casas. Cuando a nuestra derecha terminan las casas, descubrimos una bonita panorámica con la iglesia de Santa María al fondo, la judería que discurre bajo el Castillo, la Catedral presidiendo la Ciudad encima del cortado del río, y debajo de nosotros, la calle Azagra.

Recibe su nombre del cuartel de la Guardia Civil que se instaló hasta los años 70, en la casa que hay a nuestra espalda y que se distingue por poseer una bonita ventana geminada en arcos de rodeno.

Bajaremos hasta llegar a la calle Azagra, antiguamente llamada del Hospital y después de la Taberna. Podremos ver en este cruce de calle una cruz de madera que recuerda el asesinato de un sacerdote durante la procesión del Corpus Christi. Como consecuencia del crimen, el pueblo borró la mitad del escudo del caserón presuntamente implicado en señal de deshonra.

Queremos desmitificar una de las leyendas urbanas de Albarracín, al referirnos a la casa de color azul que encontramos enfrente. La casa de los “Navarro de Arzuriaga” destaca por su color azul, ahora desvaído y que nada tiene que ver con el originario de finales del XVIII o principios del XIX. Cuenta la leyenda que el dueño de la casa contrajo matrimonio con una andaluza que le obligó a pintar la casa de azul, por ser tal el color de las edificaciones en su tierra y para dar más verosimilitud al relato afirman que el Arzuriaga bajaba a Andalucía trashumando sus ganados.

Esto no es cierto ya que, primero: el color azul originario de tal edificio era típicamente aragonés, conocido comúnmente como “añil aragonés” y del que toda nuestra geografía está o estuvo repleta de edificios con tal color. Segundo: se puede afirmar que los Navarro de Arzuriaga no llevaban sus ganados trashumando a Andalucía. Tercero: sólo tres miembros de dicha familia pudieron mandar pintar la fachada de azul: Don Miguel (1757) que casó con Doña Teresa Mateos y Sebastián que era de Teruel; el hijo de éstos, Don Pedro (1791) que casó con Doña Alejandra Asensio, cuya familia provenía de Terriente o, el siguiente y último, Don José (1820) que casó con Doña Isabel Fuertes, natural de Santa Eulalia del Campo. Es decir, no hay esposa andaluza.

Casa de La Taberna

Si continuamos por la calle Azagra hacia la plaza Mayor, podremos observar la tercera casa más singular, “típica”, fotografiada y pintada de todo Albarracín, conocida como casa de la Taberna o del rincón de El Casino.

Como la casa de la Julianeta y la casa de El Chorro se encuentra en el cruce de calles, por lo que su fachada principal se estrecha hasta sólo ocupar el ancho de la puerta (unos 2 metros). También es cabezona y torcida. Cabezona por ganar el triple de anchura conforme asciende hasta la tercera planta, y torcida por inclinarse levemente hacia la calle Azagra.

A nuestra derecha, y en la parte alta de la casa de enfrente, observaremos una de las mejores rejas de la forja de Albarracín, situada a bastante altura y, que lógicamente, no pretende proteger la casa de los enemigos de lo ajeno, sino proteger a sus dueños de una caída.

A nuestra izquierda se aprecia la calle del Postigo, con su peculiar y típico pasadizo volado (hay más ejemplos en Albarracín). Si descendemos por el Postigo podremos ver unas casas de simples fachadas, pero que son interesantes al contemplarlas desde la entrada del túnel por su carácter de «casas colgantes». Para observarlas debemos bajar por las “escalerillas” que discurren por encima de la boca del túnel hacia la parte baja de la ciudad; en ellas hay dos pequeños miradores desde los que podemos apreciar, además de los 108 escalones, una panorámica que pasa generalmente inadvertida.

Si continuamos ascendiendo desde la casa de la “Taberna”, no debemos dejar de observar una de las mejores y más curiosas carpinterías que se conservan en la Ciudad. Justo en la pronunciada curva de la calle y a nuestra izquierda, podemos ver una ventana partida en cuatro partes, dos para ventilar y dos para iluminar, y justo en su parteluz una pilastra con su capitel jónico, magnífico ejemplar del s. XVIII. Unos pasos más hacia delante los tejados de las casas casi se juntan dejando en penumbra toda la calle, en la que no entra el sol salvo unas horas y no en todas las estaciones del año.

Rincones con Vistas

Albarracín está lleno de pequeños rincones desde los que contemplar la ciudad y su entorno natural en todo su esplendor. Desde estos puntos, podrás disfrutar de vistas panorámicas únicas que te regalarán recuerdos inolvidables con lo que rememorar tu visita al pueblo más bonito del país.