Palacio Episcopal
El obispo de Albarracín disponía de una residencia junto a la catedral, hoy restaurado como sede la Fundación Santa María de Albarracín como sede de cursos y congresos, con obras muy notables, como la capilla del palacio, del obispo Fray Jerónimo Fombuena en el siglo XVII, la biblioteca y archivo, las dependencias exclusivas del obispo, o la portada, rematada por el escudo del obispo Juan Navarro Gilaberte. Es un estupendo ejemplo de la vida palaciega del siglo XVIII, donde está ubicado el museo diocesano, en el que destacan, entre otras colecciones, los tapices flamencos del siglo XVI que relatan la vida de Gedeón.
El Palacio del Obispo o Palacio Episcopal, anexo a nuestra Catedral a través del sobrio claustro, constituye el edificio residencial más importante de la ciudad de Albarracín. Su configuración y diseño actual dieciochescos se atribuyen a los mandatos de los obispos Juan Navarro Gilaberte, Juan Francisco Navarro Salvador y Gilaberte y José Molina Lario. Los espacios y ambientes del Palacio Episcopal son un interesante y admirable ejemplo de la arquitectura doméstica del s. XVIII y evocan, a su vez, la forma de vida de quienes gobernaron uno de los obispados más modestos de España en el siglo de la Ilustración.
Los materiales utilizados en su construcción fueron los proporcionados por el medio natural circundante; esto es, piedra caliza del Jurásico y arenisca roja del Rodeno, mortero de cal, yesos de diferentes tonalidades (ocres, grises azulados y rojos intensos; siendo los últimos los más utilizados y que imprimen el color característico de la ciudad), madera (pino silvestre o albar, fundamentalmente), hierro forjado y cerámica. En cualquier caso, debe subrayarse que tanto el yeso como la madera son los componentes fundamentales de la arquitectura de la ciudad.
Su fachada principal se abría a la placeta y mostraba una portada de cuidada cantería de piedra caliza con un bello portón al uso con herrajes, llamadores y clavos de forja que comunicaba con un pequeño patio. En el mismo, dos arcos de cantería dan paso al zaguán ocupado en casi tu totalidad por unas amplias escaleras con pasamanos de madera y barandilla de forja que concluyen en una típica torre-lucernario en cuyo techo lucen las armas o el escudo del obispo Juan Francisco Navarro Salvador Gilaberte -al igual que en el pórtico de la entrada del Palacio-.
En la planta primera del conjunto episcopal se alojaba un gran salón y las dependencias privadas del Vicario General. Estas estancias son en la actualidad el salón de actos principal y otros recintos habilitados para encuentros, tertulias, jornadas técnicas y eventos culturales del Palacio de Reuniones y Congresos de la Fundación Santa María de Albarracín que se erige como el principal motor cultural de la comarca; sin menoscabo, de la extraordinaria labor de restauración de patrimonio cultural -material e inmaterial- que lleva a cabo y que, en definitiva, la proyecta como referente nacional en la materia.
La planta noble de este emblemático edificio con remembranzas del s.XVIII alojaba las habitaciones privadas del obispo o prelado y las dependencias administrativas diocesanas. La distribución, detalle y planeo de las habitaciones privadas, la capilla, estancias comunes, cocina, almacenes de grano, etc. se asemejaban al de las casas palaciegas de época.
Debe precisarse que en el piso alto del palacio -y cota más alta de la ciudad-, se conservan los salones y estancias que servían de residencia al obispo y que, en la actualidad, albergan el Museo Diocesano.
A su vez, hallamos allí la capilla principal a la que se accede por una doble puerta orlada con motivos arquitectónicos, en la que se puede leer: «HAEC PORTA DOMINI JUSTI INTRABUNT IN EAM» («ESTA ES LA PUERTA DEL SEÑOR, POR ELLA ENTRARÁN LOS JUSTOS»). Sorprende sobremanera el barroquismo provinciano de la decoración de sus paredes y bóveda; así como, lo recargado de su retablo dorado y policromado. La atmósfera barroca y la teatralidad del conjunto impresionan donde destacan, en particular, algunas pinturas con figuras clericales intrigantes que se asoman tras celosías y cortinajes y que, en definitiva, parecen custodiar el entorno.
El Museo Diocesano -como se verá en otra sección- exhibe unas interesantes piezas de orfebrería, imaginería, pinturas y otros objetos de culto y ornato (tapices flamencos del s. XVI de la fábrica de Bruselas-Bravante, etc.) procedentes, principalmente, de la Catedral y de otras iglesias de la diócesis.
Finalmente, indicaremos que los espacios no dedicados al Museo Diocesano se destinan al Palacio de Reuniones y Congresos de Albarracín y a la sede de la Fundación Santa María de Albarracín, dedicada a múltiples actividades culturales y de restauración del patrimonio en la Ciudad de Albarracín y su Comunidad; así como, en otras delimitaciones territoriales de nuestra provincia y Comunidad Autónoma como se ha comentado previamente.
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